sábado, 18 de abril de 2009

El ruido lo asesinó


Ni siquiera tomar un buen café matutino se puede. La bulla es infernal. Cristóbal siente enloquecer ante tanto ruido. Sueña con un cuarto aislante rodeado de sus libros favoritos olvidando así, el mundanal bullicio de la cotidianidad. No sabe dónde meterse. La escapatoria no existe. Cree que sus oídos van a estallar brotando lagos de sangre ahogando su propia vivienda. Salir a la calle no es ninguna salida. Quedarse, tampoco. Unos vecinos, los de arriba, ponen música a todo volumen, gritan, patalean, no dan respiro al silencio, enloqueciéndolo. Los de al lado le dan al martillo golpeando la pared que los comunica. Se asoma a la ventana suplicando por el fin del ruido. Nada que hacer, no les importa. Peor, una alarma de automóvil suena sin parar, el dueño no desciende para apagarlo, tiene miedo de que sea un atraco y lo vayan a joder. Se le revientan los tímpanos cayendo al piso, ahogándose en su propia sangre, el ruido lo asesinó.

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